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Taller de poesía

PRESENTACIÓN DE TODO Y NADA-EDGAR PAZ

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TEXTO ESCRITO POR NELIO EDGAR PAZ PARA LA PRESENTACIÓN DE LA NOVELA TODO Y NADA, DE SAÚL IBARGOYEN, QUE SE LLEVÓ A CABO EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2015 EN EL CENTRO CULTURAL DE ESPAÑA EN MÉXICO

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Es imposible que me proponga comentar este nuevo libro Todo y nada de Saúl Ibargoyen, sin hacer referencia a otros anteriores: Toda la tierra (año 2000), Sangre en el Sur (2007) y Llorar pa´delante (2013).

La mención a ciertos tópicos que el autor ha tocado en casi todos ellos me permitirá desbrozar el terreno para que caminemos juntos en esta aventura narrativa. No es una sorpresa para los lectores que ha cosechado Saúl en estos últimos tres lustros su capacidad para la creación de personajes anclados en una intemperie emocional, en un desastre personal que siempre termina arrastrándolos hacia un remolino poderoso o un agujero negro, y tragándose a todos quienes se acercan, o nos acercamos, a sus bordes engañosos y tentadores.

La novela que hoy nos reúne es el resultado de la labor de múltiples narradores, y también es casi un coro teatral griego el que nos va guiando en la historia de la familia Hudson, desde la aparición en escena del patriarca de la dinastía, John Richard, gringo que amasa su fortuna como tantos terratenientes, sobre la explotación de braceros y migrantes, pero que muere violentamente a mano de uno de sus peones. Su viuda, que carga un hijo adolescente llamado Marcial, vende las tierras y cruza la frontera hacia un destino incierto. Hago la acotación de que siempre hubo y habrá fronteras en los libros de Ibargoyen, ya como vano intento de impedir el contacto humano o como territorio propio y diferente de los demás.

Marcial será entonces el constructor del imperio del café Kawa, que además de la exacta mezcla de los granos perfectos importados de regiones exóticas, se basa en el agregado no muy estrictamente dosificado de un polvillo blanco que eleva y potencia las cualidades de la bebida aromática. Así ha conquistado mentes y mercados la familia Hudson, pero también se ha enriquecido escandalosamente enroscándose sin pudor con los políticos corruptos y con los poderosos medios de comunicación como Tevetodo, aquellos que crean, sostienen y endiosan a esos políticos, propiedad de los hermanos Emilio y Emiliano Mascarra. Debe escucharse cómo se abre un paréntesis: cualquier contacto con la realidad de algún país en el mundo es solamente coincidencia; se oye cerrar el paréntesis.

Micki, el delfín del imperio, recorrerá su camino vital rodeado de personajes que solamente este grupo de narradores puede crear: un «valet» al viejo estilo del siglo XIX, pero aggiornado para todo servicio de verdad, desde bolear zapatos hasta prestarse de buen gusto a los tríos amatorios, Tu Chang, obviamente un chino pero no cualquier chino, porque este profesa la religión de los judíos sin despreciar el taoísmo o la lectura de la Cábala, un chofer «brasiliano», Adriano (la rima es de los narradores e involuntaria), ex futbolista, portero que se negó a las corruptelas de la FIFA y se transformó en un paria, Amancia, una nana que cumple las mejores fantasías de un complejo de Edipo no realizado con la verdadera madre, Antonieta Urrieta Mendieta, y un cura, siempre hay un cura en las novelas de Ibargoyen, Bendito Puro Facholo. La galería de personajes se extiende mucho más, algunos de ellos con nombres inspirados en emperadores romanos (Augusto, Neroncio) o guerreros famosos como Alcibíades, padre de Micki, protagonista éste central, pero nunca único, de la novela.

El hilo visible y cada vez más brillante del sexo practicado con todo y con todos, los diferentes especímenes que aparecen desafiando inclusive la imaginación más atrevida, el ritmo galopante de una vida exprimida sin contemplaciones ni medida hasta la última gota por Micki no excluye, aunque parezca contradictorio, el que en muchas ocasiones él y otros personajes se encuentren buceando en reflexiones que los sorprenden.

Como parte de una manera de narrar inusual, aparecen en el texto neologismos e invenciones de términos que recurren al sincretismo lingüístico, y es así que los personajes más encumbrados nos hablan con términos vulgares mientras los más ignorantes, en apariencia, se dirigen al lector mezclando estilos arrabaleros con parrafadas seudofilosóficas.

El novelista se inventa y se apoya en varios narradores e incorpora los testimonios de informantes, fragmentos de diarios personales, espionajes mal realizados que se resumen, traducciones instantáneas al mejor estilo de los navegadores web. Así, el «escriba de pie» invita al lector a un juego en el que quien recorre las líneas escritas en papel de izquierda a derecha será sorprendido por recursos irónicos o pequeñas trampas a nuestra ingenuidad y a nuestra fe en la letra impresa. Se agradece que así sea, dado que el hilo de Ariadna de la narración prosigue, sin antes ni después.

Saúl juega con nosotros, pero juega también con la verdad establecida acerca del tiempo, ese que hemos dado en llamar «tiempo real» y se apoya en Stephen Hawking para llevarnos a la duda de que «en esta dimensión (la de la novela, aclaro) los tiempos funcionan de otro modo.»

También en varias de sus obras, Saúl ha vuelto una y otra vez sobre temas que parecen ser cardinales en el desarrollo de su narrativa: el o los narradores, los tiempos simultáneos que se superponen y recombinan situaciones solamente explicables con la física cuántica, donde se afirma, luego de experimentos realizados, que ciertas partículas subatómicas son capaces de estar presentes en dos espacios al mismo tiempo. También, debe aclararse, aunque el autor no cree en la casualidad sí es devoto más bien del azar, que es otro dios diferente y con más poder. La inquietud de Saúl por el tiempo, el o los narradores y su conexión con un o unos posibles lectores, aparece también en otros textos suyos, por ejemplo, cuando nos dice:

«Lo que cada lector lee es sólo la cáscara de un complicado acontecer siempre impermanente, tan subjetivo como colectivo».

«El posible lector (o escucha, en caso de que le cuenten esta ya encarrerada narrativa), habrá de sospechar, casi de seguro, que algo no se ajusta a la contextura del personaje central».

Llorar pa´delante (2013)

«Lo que es muy cierto, señor, créame, es que uno termina por no darse cuenta si vivió la coyuntura o se la contaron (…) o como una vez que alguien me contó mi propia historia que yo le había contado… como si fuera la de él.»

Sangre en el sur (2007)

En 2013, con motivo de la publicación en Montevideo de Llorar pa´delante, comentaba Saúl en una entrevista:

«Al lector se le abren muchas opciones… El autor, o los autores, lo que pretenden es mostrar sucesos en distintas dimensiones, distintos planos, para que el lector tome de ahí lo que quiera, que haga lo que quiera, que plantee sus opciones, no se trata acá de un presunto autor que tenga toda la verdad, el autor no es un dios (…).»

Coincido, el autor no es un dios, pero Micki sí, porque de esa forma se ve reflejado en un espejo y así se siente, de allí que aparezca un día en los estudios de Tevetodo con ropajes y plumas de Caballero Águila.

Puedo imaginar, o mejor dicho casi asegurar, que la novela de Saúl está inspirada en la breve y expansiva vida real del magnate argentino Ricardo Fort, heredero de una poderosa industria del chocolate, que acumuló al final de su periplo existencial más de 200 millones de dólares, dos hijos producidos en un vientre de alquiler y 27 operaciones en su sufrido envase carnal.

Ese personaje y esa persona real también utilizó la televisión para promocionar, vender y explotar no solamente su imagen, que de eso se trata la televisión, sino para engrosar sus cuentas bancarias, así como en la novela un terrible suceso servirá para que la familia Hudson, en

alianza con Tevetodo, prosiga en la cúspide de la lista de los más «ricos y famosos» de Forbes.

No ha sido el novelista, el narrador, quien inventó las clases sociales. Pero sí sabe muy bien de su existencia y de la tozuda voluntad milenaria que han acumulado los poderosos junto a montañas de dinero para presentarse como seres diferentes, mejores, elegidos, tal como lo han hecho los Hudson con su imperio del café Kawa. Pero la señora de la guadaña, la parca, la calaca, muy democrática ella, no repara en esos detalles y se los chinga igual (Ibargoyen dixit).

Y una última acotación: Saúl exprime y doblega una manera de escribir que ya domina en su narrativa y nos enfrenta a esa verdad que por sabida no es menos verdad: los poderosos y sus Academias de la Lengua (Reales, con mayúscula, y de las otras, las plebeyas) han diseñado una estructura de comunicación a través de la semántica y el significado de las palabras para disimular, engañar y ser «políticamente correctos», en particular con la denominación del cuerpo y sus funciones.

Pero Saúl, profundo observador del paisaje geográfico y humano de su tiempo, es él mismo tan profundamente humano que no desprecia ni ahorra descripciones que chocan con «el buen gusto» o son francamente escatológicas. Escuchemos cómo lo decía en Toda la tierra en el año 2000:

«Porque toda mierda, dijo mi abuelita, es un simple montón de fecalidades mal digeridas. Y porque el dueño de los dineros no caga: se alivia; y no duerme ni ronca ni carraspea: descansa; y no coge ni bombea ni templa ni trepa ni fornica: ama; y no traga: se alimenta; y no se hace dar por atrás: accede a graciosas posturas…»

Autor: juntaversos

Somos un grupo de escritores de poesía bajo la dirección del poeta Saúl Ibargoyen.

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