Estos mentefactos, denominados poemas compartidos, tienen un obvio apoyo en mi compatriota Isidore Ducasse (Montevideo 1846-París 1870), quien en sus Poésies II afirmó algo irrebatible, pues él buscaba, como sabemos, las leyes, no los fenómenos pasajeros: “La poésie doit etre faite par tous. Non par un.”
Por lo tanto, se nos ocurrió -casi como un reflejo del “ocio creador” de Goethe- invitar a cuatro musas-poetas amigas a co-escriturar versos libres nucleándolos desde una sencilla y aquí no revelada metodología. Un trabajo comunitario, pues, que confirma en nosotros la premisa del inventor del Conde de Lautréamont (este a su vez creador de Maldoror).
Todo impulso creativo (ya sea a partir de una frase volandera, ya se formule desde una excitación sensorial o desde una línea iniciática asentada por dedos externos, o como destello de una memorización súbita de lejanos orígenes, o como impacto de sucesos sociales, o como eco de un sueño silencioso) solo puede ser compartido parcialmente, en el sentido de que nunca lograremos saber si la expresión verbal-versal asumida llega a ser, en rigor, una verdad artístico-estética.
En consecuencia, hemos propuesto esta labor escrituraria a cuatro amigas mexicanas: Julieta Cortés, Karina Balderrábano, Maite Villalobos y Hortensia Carrasco, ex presuntas alumnas de este presunto maestro. Verso a verso, con pausas, dudas, demoras, tiempos distintos, quizá temores (¿qué vero poeta no tiembla al elegir palabras que también lo están eligiendo?), fuimos alzando constructos verbales-versales que, según nuestras certezas, se nutren inevitablemente de una masa de sustancias lingüísticas que saturan las dimensiones sociales de la Historia. Sin ese alimento no habría lo que denominamos poesía, por más que la producción versal tienda a una babelización de la llamada “lengua lírica”, pretendidamente “universal”. .
Podríamos mencionar el inconsciente colectivo de Karl Jung y las operaciones mágicas de los chamanes; y hasta el big-bang del cosmos conocido que provocó el nacimiento del tiempo desde una materia-energía que siempre estuvo ahí (¿dónde?), porque las vibraciones e iluminaciones que nos llegan al cabo de una travesía de más de 13 mil millones de años, derramaron -desde muchísimo antes del homo sapiens sapiens- la posibilidad del canto, que muy añejas especies ejercen hasta con rima…
Dejemos a un lado los vacuos recursos de la retórica, los procedimientos apegados al discurso oficial, los prejuicios en los sistemas de enseñanza, las preceptivas post y neomodernas -tan rígidas como la de Boileau y las definiciones de algunos diccionarios-; miremos hacia atrás con los ojos de la nuca: por allí se mueve lo que llamamos futuro, pues frente a nosotros está el pasado, porque ya lo vimos (concepto del tiempo en el Altiplano de América del Sur) y el presente es solo lo que es: un fluir continuo del espacio que nunca será apresado por la eternidad. Miguel de Unamuno en su último soneto asentó: “del tiempo al fin la eternidad se adueña”. Hermoso verso, pero no.
Finalmente, debo agradecer a las musas-poetas su colaboración y su confianza, pues si cuesta saber cómo será el primer verso, es bien difícil o imposible conocer el proceso de una escritura a dos manos, y más si son cuatro que no aceptan “hacer garabatos en un plato”, sino confirmar que lo que llamamos poesía es un producto de la especie humana realizado por todos y para todos, como han sido el lenguaje y la escritura. Si hasta a veces pensamos que los libros o conjuntos de versos (en pantalla o en papel, en voz o en música) no deben llevar nombre de autor. ¿Queda sugerido que esta muestra no terminará aquí? Vale.
Saúl Ibargoyen
Ciudad de México, 2015
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I.
(con Julieta Cortés)
ATARDECER
El color del ocaso es como miel de sangre
Que derrama la estrella en su intento de ocultarse
Mientras los viejos muelles se apartan
De una nave extranjera
Quedándose varados en una espera de mañanas
Pues el aire ya no vuela: solo es una cáscara
Del cielo
Donde las aves desgarran añoranzas de viento
En un espacio sin término adonde crecen
Burbujas de luz
Que desafiantes buscan sobrevivir al momento
Y así seducidas por el destello explotan
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PÁJAROS OSCUROS CAEN DEL CIELO
En los cielos más cercanos crecen huecos blancos
como enredaderas que forman nidos de calcio
como rígidas rosas de pétalos inciertos.
No hay color que favorezca su textura:
cascarones de aves que no acabaron de nacer:
es que el mundo de los vuelos se cierra
como una campana cansada.
El tañido dentro es aleteo constante
implosión de pájaros que deletrean en cantos
su estrategia de libertad:
pero el aire ya no es libre y vacila
azotado por un viento negro
derrotado por picotazos de luz
y óvulos de hueso
mientras las partículas que la noche ha inventado
chocan con miradas ciegas
y se confunden con restos de una creación que flota
que por instantes está a punto de caer:
debajo espera un silencio de materia corrompiéndose
en un vértigo de fotones enterrados
que como luciérnagas abren canales
donde otra luz se negaba a nacer.
Todo pues debe hundirse
para levantar su vuelo:
todo comienzo tiene un origen
en la primera sombra.
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NOMBRAR Y CANTAR
Cómo nombrar si en el crepúsculo va toda la sangre de los hendidos
sí cómo nombrar los siete colores y las siete sombras
buscando la palabra en los misterios y números
de divinidades que se niegan a sí mismas.
Pero sabemos que en este más acá de nosotros empieza
también el silencio
transitorio como un día cósmico porque vendrá su verbo
a transformarlo todo
aunque ese verbo no estuvo en el inicio del tiempo
fue canto a su vez y grito de dolor como en todo nacimiento
es que la totalidad debe nacer para que el espacio de la sangre crezca
y fluya sin remedio por arterias de noche y luz
similar a un látigo de sombra golpeando vértebras silenciosas y solas
nombrando y cantando a la vez formas finitas y libres
en procura de un nuevo límite para que los huesos canten.
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II.
(con Karina Balderrábano)
SIMPLE LUNA
La luna desconocida se aferra al cielo
Con sus hilos de sangre
En el palimpsesto cobalto de noches estrelladas
Y los hilos que unen lo oscuro del cielo
Muestran su pesado metal:
Se sabe majestuosa perla gris
Del mar que edifica los sueños
Sueños en la sustancia no tocada por la realidad
En la incandescente y generosa redondez
De la luna plena:
Porque todo espacio se mueve sin nosotros
Y uno se pregunta dónde está nuestra sombra:
En los mares que reflejan los cuerpos
O en las constelaciones que se nos derrumban:
Una caída donde el tiempo de hoy
Quiere detenerse
Como un espacio que deifica silencios interiores
Y cánticos de sirena:
Pero todo espacio es devorado por la luz
Por gajos de luz y penumbra de astros
Que crecen en la luna habitada
Por un mínimo universo.
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MÚSICA RESPIRADA
Mis olvidos se van a la fosa común
A la pira de las inatenciones
Pero siempre habrá restos
De recuerdos invulnerables
En el laúd de casa que guarda
Mudos secretos y anhelos de los años bisiestos
Tal vez porque toda música lleva
Un silencio oscuro lento inevitable:
También hay murmullos lumínicos
Fraguando otros silencios
Y alguien respira en el costado
Más hondo de cada noche
Debajo de colchones cansados y adormecidos
Y una persona sin rostro aquí
Contempla las paredes muertas
Y muertos los sueños ya son astros fugaces
Que huyen por las ventanas:
Pero el cielo se mueve y entreteje
Una urdimbre de sucia soledad
A la par que mis ojos cuelgan del techo
Y sienten la fragilidad del mundo.
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III.
(con Hortensia Carrasco)
ESQUINAS
Solo el rumor de un pájaro queda en la esquina
Donde chocan las calles y el asfalto grita
La indiferencia cae a plomo y nos fastidia
Y la lluvia del otoño muerta deja encada ojo
Una mancha de sal:
A través de de una grieta vemos que la mácula
Es una multitud que escapa
Mientras una estela de gatos masacrados señala
La raíz del corazón urbano.
Un latido se come a otro latido adentro de una jaula
Y el aire es una piedra adonde muere la luz.
En una esquina el silencio es el impulso
Que nunca llega tarde
¿Será el mismo silencio que el polvo canta al caer?
¿O una mirada que recibe el flamazo de lo oscuro?
Percibimos así el aviso del primer abandono
Como sombra arrojada en la banqueta.
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CIUDAD SIN CIELO
El azul del aire es solo un deseo de ojos desahuciados
Un hombre solloza porque le duelen las contradicciones
Olvidando el costado animal que lo empuja hacia la tierra.
Hay días con el plumaje descuartizado
Y el volar es un consuelo innecesario
Y existe también otro hombre sin bautizar
Caminando por calles que tiemblan:
En sus cicatrices se crían y crecen los actos de la furia
Y su pecho es un hueco sin rencor sin olor ni dolor.
Una paloma es la fatiga que picotea en su espalda
Y sus ropas se desprenden como cadáveres insomnes
El sol lo orienta hacia la orilla de lo solo
Y el crepúsculo sepulta su vértigo bermejo
Entre neblinas carnales y sin fin
Y la ciudad desciende se quiebra ante sus ojos
Y la soledad mastica nieve mientras espera
En el quicio de la última puerta.
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IV.
(Con Maite Villalobos)
MATERIA VIGENTE
Mira la tierra debajo del polvo:
Ahí empieza la oscuridad.
Mira cómo la gallina arrastra una nube
Con entrañas de lodo
Porque la tierra ha subido más allá
De la línea de la Madre sol
Y de noche se descuelga por las goteras
Que rodean vigas preñadas de sangre:
Pero esa tierra no es tierra sin viento
De áspera ceniza
Que la recorra llana como alimento
De la madre nutriz
En tanto un pichón de tigre oscuro
Esconde sus detritus lejos de la basura
En la que el rizoma de la muerte se fermenta
Con sorda hambre de pulcritud
Pues finalmente es áureo asunto buscar
El reflejo de una sombra en el bajo cielo
Y en la baja tierra y en la baja piel de ti
Que se mete como mugre debajo de las uñas
Tal vez porque la carnaza celeste que nos cubre
Ya no respira nuestra propia libertad.
Cuántas partículas de polvo se depositan
Sobre tus córneas ciegas
Pero esas mínimas cáscaras de materia
Te mostrarán los tamaños de la luz
Con los que leerás los nombres rotos tras el polvo
Como bocas abiertas de vorágine y de plástico.